lunes, 31 de agosto de 2009

Explosión de Piña

Hace unos días fui victima de un acontecimiento que no le deseo a nadie.
No es nada dramático. Bueno…. digamos que no lo es.
Bajando un poco el nivel en los inconvenientes que no le deseamos ni a nuestros enemigos. Apartando las muertes, enfermedades, desgracias, quedan las vergüenzas dignas de alterar el orden publico, tales como que en un día de lluvia o luego de este, un vehiculo te bañe de pies a cabeza con agua estancada.
Bajando un poco el nivel en esos acontecimientos no deseados, por el hecho de no ser tan públicos, nos podemos encontrar con la explosión de Piña.
La historia inicia con un día de trabajo obstinado, malestares estomacales y demás inconvenientes que hacen que el final del día sea tan ansiado.
Mi hermana estaba en la ciudad de visita y la encontré en la cocina después de mi largo día de trabajo.
Mientras hablábamos me propongo a sacar de la nevera todos aquellos envases que rayan en la etiqueta de los indefinidos, requete-vencidos o como les llamen.
Entre uno que otro envase que raya en lo innombrable, me encuentro con aproximadamente ½ litro de lo que era jugo de piña fresco hace un mes atrás.
Como ciudadana ambientalista mi intención es vaciar el contenido de la botella por el desagüe para descartar el envase con los sólidos.
Cual es mi sorpresa que el inofensivo jugo de Piña tenia la misión de poner la guinda a mi pastelazo de día que pensaba yo estaba llegando a su fin.
El mismo ha explotado…. de tal forma que me bañó, a mí y a toda mi recién limpiada cocina.
Las imágenes me vienen a la mente. Ese olor lo recuerdo como si fuese ayer.
Mi hermana se salvo de correr con mi misma suerte, recién había sonado su teléfono ubicado en otra área diferente de la cocina y se había librado del paqueton que yo y solo yo me gane.
Pase una hora limpiando todos los rincones de la cocina, gabinetes en sus 360 grados, todas y cada una de las superficies que componen la recién empiñada cocina… hasta el techo.
Después de esa hora ya mi hermana no tenia mas caras de lastima para compartir y había evacuado el lugar de los hechos.
Cuando la cocina por fin cayó en el ramo de lo aceptable, quedaba yo, bañada en piña fermentada como prueba viviente de los sucesos que te pasan el suiche de la ira a la resignación pura.

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